En México nos enseñan, desde muy temprana edad, que nos vamos a morir, que nada es para siempre, que no se debe vivir necesitando y sufriendo por cosas que nos gastan un presente que es lo único que se tiene cuando estamos vivos.

Parte de esta tradición nos enseña que tenemos una sola oportunidad en esta eternidad para ser extraordinarios y vencer el miedo a cambiar el mundo.

A cambio de una vida extraordinaria, los dioses Mictlantecuhtli y Coatlicue nos premian con amor y reconocimiento eterno, y así una vez al año se abren las puertas del Mictlán y todos los extraordinarios son agasajados con enormes y deliciosos banquetes en los que no falta la música y los manjares más exquisitos.

Los vivos sabemos que los aromas y la luz guían las almas de los muertos, y por esa razón en nuestras ofrendas y altares no faltan velas y flores, y como nuestros amados seres queridos han hecho un largo viaje los encontramos en los cementerios y panteones donde reposan sus restos.

Y así, durante dos días amamos y recordamos las cosas maravillosas que en vida han hecho los amados seres extraordinarios, y también les contamos las cosas que hacemos para ser dignos y merecedores de un sitio junto a ellos en el Mictlán.

Esta es una tradición prehispánica de México. El Día de los Muertos, Fiesta Patrimonio de la Humanidad, se celebra del 28 de octubre al 2 de noviembre.

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